domingo, 12 de agosto de 2012



XIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Hoy la Palabra de Dios es una catequesis de fe y de esperanza y está centrada en la Eucaristía, el Pan de la Vida. La Liturgia nos ofrece unas lecturas preciosas que iluminan y dan sentido a nuestro cotidiano vivir.
La primera Lectura es tomada del libro de los Reyes y nos narra un acontecimiento muy particular en torno al Profeta Elias. Veamos el contexto histórico en que se da esta circunstancia:
Elias es un Profeta del Norte de Israel, de Palestina, y recibe un oráculo del Señor dirigido al Rey Ajas porque su reinado estaba sumido en un gran problema ya que el rey había apartado su corazón de la Ley del Señor a causa de la maliciosa influencia de su mujer Jesabel, que era extranjera y que con mucha astucia indujo al pueblo de Israel a la Idolatría para hacerse ella con el poder.
Jesabel, inició una mortal persecución contra los profetas del Señor movida por venganza ante la proeza que Elias había realizado cuando hizo descender fuego sobre el sacrificio del novillo y que terminó por la aniquilación de los profetas falsos de Baal y a su vez por la aceptación de la fe por por parte del Rey, a quien no le quedó mas remedio que creer ante tantos signos y señales. Así que Elias, atemorizado por tan sangrienta persecución se va al desierto.
Es aquí donde tiene lugar el texto de hoy.
El desierto sin duda es un lugar inhóspito e inclemente, en donde toda resistencia se pone a extrema prueba. Así Elias, caminando en medio de tanta sequedad, desvanecido por el cansancio, el hambre y la sed, cae a tierra y se rinde, perdiendo todo entusiasmo y toda esperanza. Allí, en el desierto, Elias desea su muerte y pide a Dios que termine ya con su vida porque no se ve capaz de nada mas. Elias, como muchos de nosotros, a causa de la arremetida de lo que sería para nosotros la aridez de nuestras vidas, también se siente desfallecer.
Es entonces este profeta una figura de lo que es nuestra propia experiencia de vida, en él nos vemos representados porque también nosotros muchas veces nos vemos superados por la dificultad, incapaces de salir de nuestros problemas e impotentes para remediar el problema que mas queja a quienes están cerca de nosotros.
Muchos de nosotros, como el Profeta, ante la dificultad, perdemos el sentido de nuestra existencia y nos vemos abocados a la frustración y la desesperanza.
Pero Dios, en su inmensa compasión suscita para Elias un Angel que va en su auxilio... cuantas veces podemos reconocer en nuestra propia Historia la intervención de Dios que mor medio de un mensajero suyo nos anima y nos devuelve la fuerza que hemos perdido tras intentar afrontar una problematica que nos aplasta. Sin duda alguna, el mejor enviado es Jesucristo a quien como Elias come y bebe para andar un camino superior a sus fuerzas, nosotros también comemos y bebemos en la Eucaristía para vivir una vida en Dios que en todo supera nuestra capacidad.
Los Ángeles tienen una misión con nosotros, en resumen, ellos nos ayudan y sirven para que nosotros podamos cumplir la voluntad de Dios. Así que, lo Ángeles nos animan, vienen a nuestro encuentro y nos asisten en los momentos mas dificiles. Y lo hacen tan bien que traen consigo un kid, del modo como el Ángel de Elias trae comida para fortalecerlo.
Elias se ve satisfecho de la necesidad de ser alimentado en su cuerpo pero sabe que el camino que le espera no solo requiere de un alimento físico, sino de uno que le de el valor real para afrontar la adversidad y poder así cumplir a cabalidad la Misión que Dios le encomendó; entonces, como lo haríamos nosotros, come, se llena y se vuelve a acostar en el suelo a esperar la muerte. Pero en Ángel por segunda vez acude en su ayuda y a diferencia de la primera vez, en ésta, viene a fortalecer su espíritu para que se levante verdaderamente. Lo que para nosotros sería la fuerza de la Gracia que recibimos en la Eucaristía para levantar nuestra esperanza y caminar adheridos a la fe en aquel que nos alimenta de tal modo que nos hace capaces de la Vida eterna, empresa que de por si, todo hombre es incapaz de conseguir por sus propios medios.
Entonces, con aquel alimento, Elias llega hasta el Monte Oreb, que significa el lugar de encuentro del Hombre con Dios, que para nosotros significa la fuerza de la Eucaristía para llegar al cielo mientras pasamos por el desierto de esta vida temporal llena a rebozar de pruebas y dificultades.

Entramos entonces en el sentido autentico de lo que expresa san Juan en el capitulo Seis de su Evangelio: “Yo soy el Pan de vida bajado del Cielo” _ Dice Jesús. Y el Evangelio nos plantea el mismo interrogante que salio de los que escucharon estas palabras de Jesus: ¿pero como va a ser este un pan si es el hijo del carpintero? Y a nosotros en nuestro tiempo: ¿pero como puede una hostia de trigo ser nuestra salvación?
En aquel entonces, la Divinidad de Jesús estaba escondida en su humanidad y ahora en la Eucaristía también se esconde su humanidad tras las formas del pan y del vino; así que nuestro interrogante nos mueve a una fe mas profunda que permite dar respuesta a nuestra necesidad de Dios. Y aclara: “Nadie come de este pan si el Padre no se lo da a comer” lo que implica un acto de fe, una adhesión en creencia y voluntad a la palabra de Dios que dice: Yo soy el Pan de vida, quien me come tiene vida eterna”. Ese acto de fe nos sumerge en el misterio salvador de Dios, nos hace nacer de nuevo y nos afianza en una experiencia de confianza en Dios que culto en esas formas se nos entrega cotidianamente para darnos la capacidad de caminar un camino que supera nuestras fuerzas. Es aquí en donde penetra el Espíritu Santo de Dios para darnos la fe que se necesita de modo que nuestro acto de comulgar corresponda a lo que realmente está ahí y que nuestros sentidos y nuestras razón son incapaces de comprender. Por eso la importancia de estar preparados, de poner nuestra disposición, de abrirnos a esa acción del Espíritu Santo por la que sabemos que lo que comemos es nuestra salvación. Y evoco la expresión del himno latino en que se le dice a Dios que solo porque EL lo ha dicho, yo creo que la Eucaristía es el Pan de la vida eterna. Entonces, es donde debemos procurar no entristecer al Espíritu Santo, para que su acción siga fluyendo en nosotros, porque sin Él, todas estas cosas son incomprensibles.
Entrar entonces en comunión con Cristo es hacernos con Él también un pan que se da y se parte para saciar la necesidad de Dios que experimentan las personas que están a nuestro alrededor. Es consecuencia de la comunión eucarística albergar en nuestros corazones los sentimientos a los que se refiere san Pablo en la Segunda lectura.

La Iglesia misma funda todo su ser en la Eucaristía y de ella bebe y se alimenta para hacerse fuerte de modo que su luz siga iluminando al mundo en medio de tanta tiniebla como sabemos se cierne sobre las personas. Nosotros, cuando venimos a comulgar lo hacemos bajo el discernimiento de lo que recibimos, situación que aparte de otorgarnos la conciencia de ser salvados, también nos invita a estar dignamente preparados para tal don.
Dejemos entonces que el Señor, desde la Eucaristía nos anime, alimente y transforme para que seamos como el, Hostias de comunión que vivifiquen y transformen a los decaídos con quienes compartimos una misma experiencia de fragilidad y de prueba en esta vida.
¡Somos Hijos de Dios!
Pidamos a la Santísima Virgen que nos ayude e interceda para que nuestro corazón permanezca abierto a la acción del Amor Eucaristico de Jesús y que ella sea quien tome de nosotros nuestros frutos y los presente purificados por su amor a Jesús, de modo que nuestra vida se alabanza suya.

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