domingo, 1 de julio de 2012

¡LEVANTATE!

De todas las experiencias de nuestra vida, tenemos algo que nos puede ayudar a vislumbrar su sentido, su razón, causa y paraqué, no obstante, hay una de todas (la que a todos nos toca) que cuando toca a nuestra puerta (y lo hará), nos deja sin respuestas, sin recursos para oponernos, sin salida, sin manera de esquivar.

(El Padre, había hablado un poco antes, sin que yo pudiera tomar apuntes; no obstante, pregunté y como síntesis el Hermano Sebastián concretó lo siguiente):

Luzbel, quien según las Escrituras y según lo expone la Doctrina de la Iglesia, gozaba del más elevado estatus de entre todas las criaturas. Rebozaba de la Esencia misma de Dios, al modo como la Luz reboza en cualquier lugar en donde se la ponga; no obstante, Luzbel se ensoberbeció, vaciándose del Amor de Dios y llenando todo ese vació (de naturaleza angelical) de egoísmo, de todo el egoísmo que jamás una criatura hubiese podido anidar en su corazón y se negó a servir porque se consideró tan cercano a Dios que se pensaba merecedor de honores similares a los que todas las criaturas daban a Dios.

¡No serviré!

Es el constante grito de Satanás y quiere que nosotros, los seres humanos seamos los “transistores” por medio de los cuales, él pueda prolongar ese grito de modo que Dios no halle ni siquiera en nosotros  la Gloria que debemos darle. No servir, impedir que el Amor de Dios se manifieste desde nuestras propias vidas se opone diametralmente a Jesucristo, que es el "Siervo de Yaveh" y en tanto más nos neguemos cerrándonos a nuestro egoísmo, más enemistad albergamos en nuestro corazón hacia Dios y hacia sus obras.

La acción contraria a Dios que Luzbel realizó fue causar la muerte, pujes, la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo.

… A partir de aquí empiezan los apuntes…

Jesucristo venció la muerte, porque El murió y El Espirita que posee, lo retornó a la vida. En Él, todos los seres humanos hemos recibido el poder sobre la muerte.

“Anastasia” Es un término que designa al acontecimiento de la resurrección del Señor. Está ilustrado por la experiencia de los cristianos en muchísima iconografía y pone todo el énfasis en Jesús, que abrioendo las entrañas de la tierra, resucita a la Vida, todo Él con aspecto glorioso, de señorío, de poder.

¿Quiénes están llamados a pasar en Cristo el umbral de la muerte para llegar a la plenitud de la  Vida que Dios nos dio?, Todos los que por la fe en él, entren en su propia muerte al egoísmo y vivan con Cristo para el servicio de la caridad.

Los que saben que durante su viuda han cultivado el amor y la misericordia al final de su vida cosecharán la resurrección a una viuda plena y eterna.

Así nos muestra El señor, lo que ocurrirá cuando el Evangelio nos cuenta sobre la resurrección de la Hija de Jairo, el jefe de la Sinagoga.

Hemos nacido para levantarnos y para que alcancemos la plena realización de nuestra vida. El Señor, no quiere personas derrotistas. Quiere que recordemos que nuestra vida es sembrada en el tiempo pero su fruto es en la eternidad, por eso, todo cuanto nos ocurre, debe ser visto con ojos de fe y de esperanza, ya que, no hay nada que asumido en Cristo, ni siquiera la muerte física, deje de dar su fruto para la eternidad.

Estamos llamados en Jesucristo a recorrer todo el camino de las obras de misericordia manteniéndonos en Gracia. Si no estás en ello, lo tienes muy fácil: “¡levántate! A ti te lo digo! Acude al sacramento de la reconciliación, reconoce tus faltas que Dios de antemano y ya te tiene ofrecido el perdón y solo te pide ese acto e confianza en su misericordia, porque mediante el, te da la certeza del perón y te aumenta la gracia que has perdido. (Es decir, que  antes que culparte y señalarte, te devuelve lo que tiraste y encima te lo aumenta, porque así es su amor) y luego ponte a servir”.

Dios está dispuesto a levantarnos, sea cual sea nuestra situación, sea cual sea nuestro pecado, solo tenemos que confiar en El.

Muchos de nosotros estamos vivos pero en el fondo somos difuntos espirituales, porque hemos apartado el Amor de Dios de nuestra vida y nuestras obras son obras muertas; no obstante Cristo Vence la muerte y te Ofrece su Vida, que no la misma tuya que has perdido en el pecado, sino que además de hacerte vivir, te ofrece su misma Vida, lo cual, quiere decir que te da mucho más de lo que perdiste. Serás en Cristo levantado de tu esclavitud y conducido al Cielo que es a donde y tienen que apuntar las intenciones que mueven tu corazón y la causa primera por la que realizas las  pobras que realizas.

La envidia de Satinas fue vencida y humillada, la Muerte, tanto la espiritual, como la corporal han sido compradas por Cristo y Él Es el Señor de la Vida. Nosotros somos de Cristo, porque hemos sido adquiridos por el precio de su Sangre y al ser suyos, el nos dará todo lo que es suyo. Al demonio lo único que le queda por hacer es tentar.

Constantemente te dice: “No hay que aspirar al cielo, desvíate de ese camino y céntrate en ti mismo, sálvate y no esperas nada de Dios, que lo que te ofrece es que seas un siervo, yo te ofrezco ser señor: No sirvas”.

Entonces, la lucha es no quedarnos en nuestro ombligo.

El servicio ofrece la oportunidad de atender las necesidades de los demás según cada quien tenga de Dios dones para compartir. Por eso el Apóstol dice que tienen abundancia en algo, acudan a ayudar a quienes escasean de ello.

Pero cuidado: hay quien escucha esto y nos abordan con arrogancia: “¿es usted Cristiano?, pues, deme, que necesito cosas” … ¡Cuidado!, no viene tampoco aspirando al Cielo, sino a poseer las cosas que los cristianos reciben por aspirar al Cielo, quien verdaderamente necesita reconoce que lo que en primer lugar le hace falta es Dios, es La Paz de Dios y por eso, está en actitud de recibir a Dios porque en Dios encontrará todo cuanto le hace falta.

La caridad nunca se exige. Es al contrario un don, un dinamismo que se recibe de Dios como fuente y se da, se ofrece.

La sanación de la enfermedad en el Antiguo Testamento representaba la liberación de la esclavitud del pecado.

Es el caso de la Hemorroisa. Atentos, que lo que le ocurría a esta mujer no era nada fácil. Tener una enfermedad de esa naturaleza en el Pueblo de Israel era algo marginalmente denigrante, representaba impureza, una mujer así era lo peor de lo peor. Nadie podía tocarla, y ella misma por el contacto continuo con su sangre era continuamente impura, por lo que le estaba vedado acudir al templo o estar en medio de las personas; y con todo, se atrevió a meterse en la multitud que seguía al Señor y tocarlo.

Ser tocado por una mujer así hacía a la persona que entraba en contacto con ella, también impuro y tenía por tanto que presentarse en el Templo para ser purificado.

Esta mujer, probablemente lleva la delantera en toda experiencia de rechazo que una mujer haya podido sufrir. Nadie podía tocarla, estaba señalada y apartada de todos. Ya había gastado toda su fortuna en médicos y le quedaba la Fe, así que, movida a ello, arranca del Señor una Fuerza…

“¿Quién me ha tocado?”

Jesús se dio cuenta que alguien con fe sacó de Él la fuerza de la Vida, porque Él es el Señor de la Vida... y al pedir que se manifestara el que había hecho eso, exaltó el poder de la fe, no lo hacía para aumentarle la condena que ya sufría al “haberlo hecho impuro”, porque Él es la Pureza misma, sino para levantarla de su muerte y siendo ella el asco de todos, convertirla en el icono de la fe en lo imposible. Así que ella se lo confesó y el Señor le devolvió la Vida.

Jesucristo está rebozando de vida. la Vida verdadera se desborda en Él y fluye hacia nosotros. No tenemos que hacer más que abrir nuestro corazón y que se llene de Esa Vida.

Estando en ello, llega la noticia del fallecimiento de la Hija del Jefe de la Sinagoga; así que El Señor acude a la casa de Jairo.

Aquí tenemos el Icono perfecto de lo que Ocurrirá en nuestra Resurrección.

Niña, a Ti te lo digo: ¡Levántate!

Y hoy nos lo  dice el Señor a nosotros, porque continuamente sucumbimos a las pruebas, a las tentaciones y al pecado, hoy estas palabras son para nosotros, porque en Cristo nos levantamos y recobramos la vida. No la vida biológica,  Sino aquella por la que merece la pena estar vivos. La vida en Dios.

Ten fe, que el Señor te va a devolver la vida.

Tenemos que tener claridad de lo que atesoramos.

Obras de misericordia. ¿Cuándo hacerlas?: ¡Ya! A partir de ahora mismo.

Porque, entonces, estaremos preparados para cuando venga la muerte (la física) que solo n os hará pasar a vivir la que ya está en nosotros obrando, la vida eterna.

Atentos: resucitada la Niña, el Señor pide que se la alimente. Del mismo modo nosotros, una vez por el sacramento de la reconciliación recibimos nuevamente la Vida Eterna, somos alimentados con la Eucaristía de modo que somos fortalecidos para caminar por sobre el poder de la muerte espiritual.

¿Qué nos falta?

Reconciliarnos con Dios… Los espero en el confesionario.

(Para ambientar la Homilía, el Padre figura teatralmente la situación de la Niña de Jairo, así que colocan un ataúd en el centro del templo, con velas y al diablo (Huno José Manuel) al lado, riéndose de su triunfo. Luego viene el Señor y resucita a la Niña (la hermana Martha)

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