domingo, 29 de julio de 2012

HAMBRE DE TI

29 de Julio de 2012
XVII Domingo del Tiempo Ordinario

Recodábamos durante toda esta semana que pasó, que lo que realmente el ser humano necesita es saciar el hambre que su corazón experimenta de Dios y lo que Dios quiere es realmente que nos alimentemos de Él, porque solo en Él encontramos todo lo que nuestro corazón necesita para ser felices.

Cuando hablamos de la experiencia de sentir hambre, podemos verlo desde dos perspectivas, una corporal y una espiritual y la que ahora atrae nuestra atención es la que se refiere a nuestra desnutrición espiritual.

Con la experiencia de hambre de las realidades espirituales, Dios nos quiere ayudar a ser conscientes que necesitamos de Él y que debemos aprender a depender de Él, del modo como nuestro cuerpo físico depende del alimento físico para poder obrar.

Todos aquí sabemos lo que es el hambre

¿tu la has experimentado?

Es una experiencia que nos inquieta y nos ordena instintivamente a saciar esa necesidad de alimento, porque, si no comemos nos debilitamos y por eso el cuerpo acciona sus alarmas y manda a comer para no morir.

Del mismo modo que esa estructura fisiológica nos mantiene al tanto de nuestra necesidad de alimento, tenemos que avivar y ser conscientes de una estructura espiritual que da avisos que nos alertan sobre la desnutrición de nuestra parte espiritual, sin la que, sin duda alguna lo corporal solo es polvo y ceniza.

Hay a quien se le pasa la mano en aquello de alimentar el cuerpo, porque se confunde la necesidad de saciar el hambre que obliga a abastecer al cuerpo de nutrientes que éste transformará en energía, con la necesidad de saciar la ansiedad que se acumula dentro porque estamos vacíos y carentes de otro tipo de realidad que no va específicamente con lo corporal. En nuestra experiencia de Vida, Dios nos pide que tengamos moderación para no caer en la viciosa actividad de satisfacer todo el tiempo a nuestro dios vientre. Porque, claro, hay quienes por la comida hacemos portentos, ya verán: se dice: ¡Oh, un cochinillo de segovia! Y hasta segovia y mas halla vamos a por el cochinillo.

Vamos a partir de la experiencia del hambre física para entender la del espíritu:

En la primera lectura, que es tomada del Segundo libro de los Reyes, en tiempos del Profeta Eliseo, al Norte del territorio, algunos pueblos pasaban hambruna extrema... y claro, el Profeta Eliseo era discípulo del Profeta Elias, cosa que le acarreaba cargar con el renombre de Elias, que en vista de todos hizo que lloviera fuego sobre la tierra, atrajo las lluvias en tiempos secos y acompañó al pueblo con muchos portentos que Dios realizaba tras su suplica piadosa y potente. Con todo, Eliseo presentaba la presencia del Espíritu de Dios entre el pueblo. Así que, el pueblo le ofrecía a Dios por medio de Eliseo las primicias de sus cosechas para que Dios los colmara de bendición. Ellos ya sabían por tradición que Dios a los agradecidos los recompensa mucho mas.

En nuestro tiempo: ¿donde realizamos esta acción de gracias y donde se nos da la bendición?
Pues en la Eucaristía. En ella ofrecemos a Dios representados en Pan y Vino, todo lo que somos y hacemos, todo lo que deseamos, lo que sufrimos y lo que logramos, todo cuanto tenemos y Dios a cambio nos da la Vida eterna en Cristo. Nos entrega lo propio de sí, que es su Santidad.

En aquel tiempo, los que comían de los panes que el pueblo llevaba al templo para la ofrenda solo podían ser los sacerdotes, no obstante, Eliseo, viendo la situación de hambre que pasaban todos, comparte ese pan con todo el pueblo y entonces ocurre la multiplicación, que no es otra cosa que un signo que nos tiene que llevar a entender que cuando participamos de la Eucaristía, al ser llenados de Dios mismo, nos saciamos verdaderamente de lo que necesitamos y entonces nos sobra y sobreabundan bienes para poder compartir... Dios siempre se da y nunca se agota

Eran solo 20 panes en aquellos momentos y sin embargo, recogieron mucho mas en cestos, porque sobró y todos quedaron saciados.

Cosa contraria es cuando actuamos con codicia y avaricia, cuando el regulador de nuestras acciones es el egoísmo, porque aunque podamos construir un castillo de diamantes, estaremos faltos de Dios en nuestro corazón y viviríamos una vida terriblemente triste en medio de esos diamantes. Es más. Perderían al valor que tienen y pasarían a ser un vacío que no sacia lo que necesitamos en realidad.
Los que nos dejamos mover por estos sentimientos, entre mas ambición, mas vacío y mas esclavitud... ¿y de que le sirve tanta riqueza? De motivo de guerra para quienes quedan después de su muerte, porque, al haberse dedicado a la avarcia, sus hijos cosecharán avaricia y esta como fruto les dará muchos problemas, mucha discordia y mucha desunión.

Por nuestra Parte, mientras le ofrescamos a Dios generosamente de lo que recibimos de El, sabemos y tenemos asegurada la abundancia en nuestra vida, porque el primero en Generosidad es Él y como no le gusta que nadie le gane en  ello, en cuanto mas das, Él más te da de modo que no hay nadie que se ponga por sobre El y sí, en cambio, muchos se ven abundantemente bendecidos tras sus acciones generosas.

Veamos lo que ocurre entonces en el Evangelio.

La Iglesia nos propone hoy meditar sobre lo que contiene el capitulo sexto del Evangelio de San Juan. Este es un capitulo muy, pero muy importante para los que creemos y le creemos a Dios porque se trata del Discurso del Pan de Vida. En él, Jesús es explicito en expresar qué es lo que realmente puede saciar nuestro corazón, para que no andemos por ahí divagando en “comidas chatarra” y vayamos a Él, que se ofrece cotidianamente en la Santa Misa.

Pasó que cuando Jesús realizaba tantos portentos y tantas curaciones, las personas iban haciéndose consientes de la necesidad que había en sus corazones de aquellas palabras, de aquellos gestos, de aquellas acciones que veían en Jesús y entonces le seguían a donde el fuera. Así que, pretendiendo apartarse con sus discípulos, las personas que venían de escuchar lo que conocemos como el “sermon de la montaña”, acudieron al otro lado del lago porque querían mas de Jesús. Y El lo sabía, tanto que incluso reconocía que muchos de ellos lo buscaban antes que por el espíritu, para que les saciara el hambre de su cuerpo.

En todo caso, lo que rebozaba de la persona de Jesús y sigue siendo ahora como entonces, es su misericordia, su ternura, esa amabilidad y comprención con que se unía a todos para entenderlos, sanarlos, perdonarlos y consolarlos y por que no, algunas veces corregirlos de los extravíos. Así que el Señor se queda con ello, quiso ver la necesidad que las personas tenían de sus palabras, de sus enseñanzas, porque sus palabras daban tranquilidad, paz y descanso, porque entre ellos, eran muchos los que habían sido consolados, animados y sanados de todo sufrimiento.

¿cómo podemos nosotros identificar si tenemos hambre de Dios?
Lo veremos cuando meditemos sobre la segunda lectura.

Hay que ser honesto y reconocer que somos muy prestos y ávidos para saciar el hambre de nuestro estomago pero si revisamos el espíritu, tenemos que reconocer que estamos famélicos.

Muchos de nosotros padecemos de desnutrición espiritual

Algo muy interesante por detallar:
¿que es lo que le ofrecemos a Dios?. Normalmente le ofrecemos de lo poco que tenemos, de lo que nos sobra (tal vez) y quien es verdaderamente generoso, une la ofrenda de todo su ser a la de la Iglesia y entre todos, todo lo que le ofrecemos a Dios es tan poco que no podemos compararlo con lo que Dios nos ofrece. Nosotros le damos de lo que Recibimos de Él mientas que por su parte, mas que los bienes que nos da recibimos su misma vida en Jesucristo.

Por esta razón, no es valido considerarse obligado a venir a la Santa Misa, aun cuando la decisión de venir haya sido tomada luego de una cierta presión por parte de alguien que en verdad nos ama. No hay obligación porque nos manda el amor y la gratitud, nos impera la necesidad de ser alimentados realmente en el espíritu, así que, en  vez de enfadarnos porque nos motivan tácitamente, tendríamos que estar agradecidos. La Santa Misa es entonces un encuentro con Dios en el que le damos a Dios lo que somos, y tantas veces, todo es apenas pecados y defectos y recibimos de Dios lo que EL es, que se refleja en nuestras vidas y que lo veremos cuando hablemos de lo que habló San Pablo a los Corintios.

El Evangelio dice que sobraron 12 cestos, y el numero doce es significado bíblico de totalidad, de abundancia. Quiere decir que recibimos todo de Dios y en cuando mas recibimos, mas Dios nos queda para seguir llenandonos de Él. Es una señal de lo que permanece en los sagrarios de la Tierra: Jesús siempre está ahí, para que vengas y lo comas, para que sacies esa necesidad que tienes de una vida verdadera.

Si estas desnutrido espiritualmente eres vulnerable y una enfermedad o virus te puede matar en seguida.

Si no tienes a Dios en tu vida eres como un huevo Kynder en una guardería.

La carta a los Corintios es una invitación de San Pablo a que recibamos a Dios en nuestras vidas y nos saciemos de ÉL.

Nos señala las características de que aquel se alimenta de Dios:
Humildad
Amabilidad
Comprensión
Paciencia
Unidad

... claro, aquí es donde nos vemos alarmantemente desnutridos. Solo es que un coche se nos adelante en el ingreso a la vía, o que se retarde en salir al cambio del semáforo y nosotros, tan nutridos espiritualmente le decimos un “Dios le bendiga” (las personas se ríen tras la ironía del Padre)

Necesitamos Humildad

Hay un himno latino que traducido dice: En la cruz Jesús esconde su divinidad, pero en la Eucaristía, además esconde su Humanidad. Se hace pan y está para que tu lo comas, para darte vida.

Sed Amables.
 Hemos perdido los valores. Nuestro comportamiento es agresivo. Hemos dejado que reine la cultura del individualismo, del egoísmo, de la muerte y por eso nuestros corazones están débiles.

Nos falta el ceñidor de la Unidad, que es el Espíritu Santo y para eso tenemos la Eucaristía. En ella lo recibimos para tenerlo y darlo.

Tu también estas llamado a ser Eucaristía

No tiene sentido venir a misa y salir a vivir para sí mismos. La Eucaristía debe accionar en nosotros el ser como Jesús es. Siempre un don para los demás.

Consideremos en gran medida la preparación del corazón y la disposición para recibir al Señor, porque en esa medida nuestra vida se transformará en una verdadera fuente de alegría para los demás.

Hagamoslo primero en nuestra familia o entorno cotidiano y luego, entonces, en los demás.

Animo!!!

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