domingo, 5 de agosto de 2012

VIVIR DE FE

Sabemos que vivimos en una sociedad cuyo centro es el propio “yo” y vemos en la Historia, que durante el transcurrir de los acontecimientos, el hombre busca ser el protagonista para que sus obras sean vistas, alabadas y reconocidas y el Señor viene ahora a darnos una Palabra sobre lo que es el sentido de la fe, el sentido de la vida cristiana y del seguimiento de Jesús.
En el éxodo, queda resumida la experiencia del Pueblo de Dios en el paso por el desierto, que viene a darse luego de la liberación con signos y portentos mediante los cuales Dios los salvó de la Opresión del Imperio Egipcio. Pero ahora, en medio del desierto, el pueblo experimenta hambre y sed, se ven desposeídos de todo cuanto tenían aunque fuera a costo del sufrimiento de ser esclavos porque habían puesto su seguridad en aquellos miseros bienes que ganaban con la explotación de su propia vida y ya en el desierto ni siquiera aquello poseían; entonces, viene la murmuración. No resistieron ante esta prueba puesto que, es natural que ante el hambre y la sed, siendo estas, unas necesidades fisiológicas y vitales, llegue la desaparición y tras ella, la murmuración porque se habían fiado de Dios y ahora argumentaban abandono.
Cuando uno no se siente amado, cuando nota que su vida anda mal, se despierta la murmuración contra Dios porque han perdido la visión de Dios, han dudado.
Moisés reprocha esto al pueblo y Dios por medio suyo le dice a su pueblo que comerán carne y se saciaran de pan para que sepan que El es el Señor y su Dios quien lo ha hecho.
Dios quiere darnos unos signos para que entendamos que Él no abandona a nadie. No defrauda. A pesar de todo, Dios se adelanta para abrirnos el camino y nos saca de la tribulación porque EL quiere que nosotros no tengamos esa actitud hostíl de blasfemia y rebelión. Así, Moisés mismo es un signo de Dios en medio del Pueblo y nos prefigura también a Jesucristo. Así como Moisés es protagonista en un momento de la Historia de aquel pueblo, del mismo modo Jesús es el protagonista de la Salvación y del cumplimiento de las promesas. Por Él, tenemos un cielo nuevo y una tierra nueva.
Dios llena nuestra vida de signos de su amor para que no dudemos de Él y para que no perdamos la esperanza.
No toda nuestra vida es sufrimiento. Sabemos que nestra situación actual como nación es muy difícil porque estamos siendo probados, pero es precisamente el momento para no alejarnos de Dios y en cambio aferrarnos mas firmemente en El, confiando siempre en sus promesas. Es momento de entregarnos a Él para no murmurar contra El, contra su Iglesia, sus pastores y sacerdotes y la misma comunidad cristiana. Todos compartimos la misma debilidad porque todos estamos viviendo la misma experiencia humana y temporal.
San Pablo, en el nuevo Testamento, en medio de esa experiencia que ya muchos de ustedes conocen. En medio de ese encuentro que experimentó con Jesucristo, cuando, yendo de camino cayó del caballo y perdió la vista. Jesús le dio nuevos ojos para reconocer la gracia nueva que Dios puso en su corazón y hoy San Pablo nos invita a revestirnos de esa nueva condición humana que es la Gracia de Dios.
“No andéis ya en la vaceidad de vuestros caprichos que os hacen inconstantes y fragiles y os conducen por el camino fácil; vosotros en cambio, caminad en pos de cristo".
Entonces nos invita a dejar ese “hombre viejo", corrupto y sometido a la carne para renovarnos en la mente y en el espíritu para revestirnos de la nueva condición humana que es la justicia y la santidad.

Hablar ahora de santidad, en estos tiempos tan materialistas y superficiales, en medio de un mundo dividido, es algo que rompe los esquemas y visto a la ligera parece necedad.
Decía (El padre nombró a alguien cuyo nombre no entendí) que el hombre a la hora de morir experimenta una tristeza inmensa: la tristeza de no haber vivido en santidad, de no haber sido un hombre de Dios.
Porque se puede ser Santo. Un Padre de Familia, una Esposa, y tantas personas que no están en los altares pero que se han santificado en lo cotidiano de sus vidas, siguiendo al Señor en fidelidad, sirviendo y amando sin poner limites a la donación de sus propias vidas.
El Señor los elige a ustedes para que sean manifestación de su Amor y se ofrece como alimento para el camino. El Señor es le Pan de Vida y en la Eucaristía nos da el medio eficaz para no decaer en medio de las dificultades que se nos presentan durante el retorno a la casa del Padre.
“Yo soy el Pan de Vida”.
El es el alimento que nos hace fuertes.
La Eucaristía ha sostenido por siglos a la Iglesia en medio de las pruebas.
Así, hermanos, no nos desanimemos ni dudemos, aunque tengamos que reconocer que la fragilidad humana admite la duda.
Nosotros, en nuestra realidad, en cuanto vivamos la Voluntad de Dios dejamos construido el fundamento de fe para las generaciones venideras, para que nuestros hijos y los que vienen después también vivan y experimenten el Amor de Dios y por ello estamos llamados a dejar el recuerdo de la experiencia de Dios en cada uno de nosotros. Debemos seguir a Jesús por la fe, mas que por las obras o por lo que de él consigamos.
Muchos lo seguían por las obras que Él hacía pero no lo seguían por la fe. No lo hacían en ese proceso de crecimiento espiritual que se basa en una adhesión a él.
Seguirlo por la fe es un reto que todos tenemos.
Abandonemonos en sus manos.
Cuando una persona no tiene en quien confiar, se siente abandonado y solo. Ahí está Jesús, acudid a la Eucaristía para que Él sea vuestra compañía, porque nosotros estamos de paso por esta vida; el que mas, llegará a los noventa y por eso estos pocos años en comparación a la vida que nos espera en Dios deben ser un preludio de esa eternidad. Pero ahora, por el momento, nos toca vivir de fe.
Les dejo esta reflexión porque las promesas de Jesús se van a cumplir:
“Todo el que crea en mi tendrá vida Eterna, mi Padre lo Amará y seremos una cosa con él”
Que la Santísima Virgen María, Nuestra Señora de la Luz sea nuestra guia hacia Cristo, que nos ayude a tener mas agrado de las cosas de Dios y que nos sostenga en la fe.
Hoy, compartimos con la Iglesia Universal la fiesta de la Basílica de Santa María la Mayor, que constituye el recuerdo de las primeras apariciones de la Virgen manifestada en signos a la gente sencilla y humilde.

Homilía dada por el  Padre Alberto Medina Urrego, Quien nos visitó de la Diócesis de Villavicencio, Meta , Colombia ; de la Parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro
Barrio La Grama. Villavicencio.

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